jueves, 20 de agosto de 2009

lowry 15*













porque nunca bebo lo suficiente
porque nunca he sido temerario
porque soy una máscara
porque soy oblómov
y he ganado el derecho a contemplar la hierba
porque detesto los días
los trabajos y las horas
porque no quiero ser crucificado
y he de eludir, sempiternamente los castigos de la plebe
porque soy un maldito
porque tengo miedo
porque soy ulises
en un naufragio interminable
decepción inercia y apatía
estoy muerto estoy hastiado
tengo una máscara
porque soy un maldito
porque tengo miedo



* LOWRY 1: una serie de deconstrucciones basadas en the un collected poems de Malcolm Lowry. la idea es precisamente jugar, hacer una mezcla con emociones contemporáneas, fundir ideas de otros textos, y dar una aproximación a los poemas del escritor inglés que tanto amó a méxico, y que fue deportado por alcoholismo y faltas a la moral...

1 comentario:

  1. Cuando nací mis padres no me dieron un nombre. ¿Pomposo? ¿Alegre? ¿Musical? ¿Legendario? ¿Místico? ¿Popular? Nadie es mi nombre. No el Nadie que Ulises fingió ser para vencer al Cíclope. Yo ni siquiera tengo las agallas para vencer a monstruo alguno. Ni deseo tenerlas. El sólo pensamiento de ser esto o lo otro me produce un vértigo insufrible.

    Mis padres no me llevaron a la pila bautismal. No hubo escuela tampoco para mí. ¿Cómo podrían haberme llamado los maestros? ¿Niño? ¿Oye, tú? No hubo labios de mujeres bellas que pronunciasen con dulzura o pasión mi nombre.
    Ahora que tengo cuarenta y dos años, me nombran Don Nadie. ¿será porque tengo el don de ser nadie?
    Cuando nací mis padres lo decidieron. No podemos llamarlo “esto” o lo “otro”. Creían fervientemente que al imponerme un nombre me envestían de las cualidades de los que lo habían poseído. Podrían haberme llamado Marco Polo, Nerón, Jesús, Rabindranat. Pero decidieron que yo debería ganarme mi propio nombre.
    Sería digno llamarse Montaña, Tigre o Río. Pero todos ellos son tan pomposos y soberbios ante la pequeñez de mi existencia. Llamarse Pedro hubiera sido lo apropiado, un Pedro más en el mundo al que nadie voltearía a ver. El hecho de no tener nombre me hizo por mucho tiempo el señalado y centro de atención de la gente de mi pueblo. Todo lo contrario a lo que mis padres habían querido. Decidí entonces que debía borrar incluso hasta ese nadie que era.
    No he peleado contra molinos de viento, ni me fui por el mundo deshaciendo entuertos, no he rescatado a la bella de la bestia, ni he pintado el dulce mar. Rechacé ser maestro de multitudes y tallar sobre el tronco alguna huella de mi existencia. Sin embargo no rechacé a su tiempo los placeres del mundo y la hospitalidad de la Tierra. Bebí con desconocidos, hice el amor con prostitutas, me embarqué en mares lejanos. He recorrido desiertos, bosques, selvas y praderas. He escalado las montañas que me acogieron.
    Desde aquí, desde este pináculo que abarca la eternidad, he decidido que no quiero un nombre. No podría ganarme uno. Existir es suficiente.

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